Opinión. El baloncesto contra el baloncesto

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  • FIBA y Euroliga provocan una jornada esperpéntica, un nuevo día bochornoso para el baloncesto europeo.
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José Luis Hernández @JoseLuisHdezT7
Fotos: FIBA y Euroliga
26 de febrero de 2018

LA LAGUNA (TENERIFE) – Se lanzan dos balones al aire, uno en Bielorrusia, el otro en España. La selección española visita a la bielorrusa, y, casi a la vez, el Real Madrid salta al parqué del Palau Blaugrana para enfrentarse al Fútbol Club Barcelona. Una coincidencia surrealista, consecuencia de la encarnizada, tosca y ridícula guerra que mantienen FIBA y Euroliga. Llegó la segunda e infausta convocatoria de las Ventanas FIBA. El baloncesto del viejo continente vive una nueva jornada estúpida, absurda, insultante para los seguidores del deporte de James Naismith: el baloncesto contra el baloncesto. Si extrapolamos esta caótica situación al mundo del fútbol, por ejemplo ¿se imaginan que el Barcelona jugara su partido de Champions, a mí me gusta más llamarla Copa de Europa, en  el Bernabéu frente al Madrid y al mismo tiempo la selección española visitara el Parque de los Príncipes para jugar contra Francia? De locos.

Los todavía rectores del baloncesto europeo, Jordi Bertomeu por parte de la Euroliga y Patrick Baumann por la FIBA, deberían estar, como mínimo, avergonzados y sonrojados por otra tarde kafkiana, y eso sin tener que pensar que también faltan los jugadores internacionales que disputan la NBA. Sin embargo, los culpables de la situación parecen estar tranquilos en sus poltronas, orgullosos de su desaguisado. Han generado dos productos baloncestísticos que por separado y cada uno en su debido momento, serían espectaculares, pero que al unísono tienen menos posibilidades de salir a flote que el Titanic.

Imaginemos la situación de los jugadores: unos tendrán que disputar unos partidos pero, seguro, también les gustaría jugar el otro, pero lo cierto es que si todo transcurriera de manera normal igual estaban en su casa. Jugadores que han mostrado un enorme compromiso con sus clubes, al fin y al cabo los que les pagan, y otros que lo han hecho con sus selecciones pese a ser conscientes de que forman parte de una selección mal llamada «B». Y eso les honra, muchísimo, a todos y cada uno de ellos, incluidos nuestros magníficos Vázquez, Beirán y San Miguel. Jugadores a los que no se les consultado nada. A los verdaderos protagonistas del negocio no le han preguntado nada los de las corbatas, lo que no son protagonistas pero quieren actuar como tales, los de la buena vida, los sueldazos y la dietas. Por cierto, del cabreo y la confusión de los aficionados mejor no hablamos ¿verdad?

La Euroliga, que a veces en sus delirios de grandeza se cree que es la NBA, en su afán expansionista o imperialista, se pasó por el Arco del Triunfo los calendarios ya establecidos, y lo que es peor, lo va a seguir haciendo. También cambió de opinión, al principio manifestó que sí, sobre ceder a sus jugadores a las selecciones durante la temporada, pero cuando se fueron acercando las fechas recularon y donde dije diego dije… La FIBA, mientras, para no quedarse atrás en el capítulo de los despropósitos, se cargó algo que funcionaba bien. Todo el mundo sabía cuándo jugaba la selección, en verano, cuando los torneos continentales servían para clasificarse para Mundiales y Juegos Olímpicos. Se le ocurrieron las Ventanas FIBA, incursiones, porque se quedaban sin una parte importante de la tarta. Las Ventanas no son un mal producto… si jugaran los mejores jugadores de cada nación, pero como la cosa no es así lo que hacen es ridículo, enfrentar el baloncesto contra sí mismo.

El gran problema es que el baloncesto europeo se ha metido en una espiral con muchos aires de grandeza. La FIBA actúa a lo FIFA y la Euroliga a lo NBA, pero no se dan cuenta de que todo es un espejismo ya que ambas están a años luz de sus supuestos reflejos. Igual cuando sus rectores bajen de las nubes o regresen de los Mundos de Yupi, se podría reconducir el tema y evitar jornadas tan escandalosamente patéticas. Lo peor es que, probablemente, no aprendan o no quieran aprender nada de este disparate mayúsculo. Seguro que habrán más.